Día 9 de mayo. Ha amanecido un
día con niebla y yo estoy espeso y como decaído, seguramente será por el
tiempo, parece que las fuerzas me hayan abandonado.
De cualquier forma, últimamente
me canso más y la saliva me lleva por el camino de la amargura, pongo
chorreando dos o tres pañuelos diarios y además me molesta mucho para poder
hablar algo, que cada vez lo hago peor.
Por otra parte, el dedo índice de
la mano izquierda ya no lo puedo poner derecho del todo y a veces está sin
fuerza, entonces tengo que hacer un gran
esfuerzo para abrocharme los botones de la camisa por la mañana.
Bueno cosas más agradables; esta
tarde, en la residencia, hay un grupo que vendrá a bailar sevillanas, habrá que
ir y comprobar.
A mí Sevilla como ciudad me
gusta, pero no los sevillanos, hablan mucho pero luego nada de nada; además con
tanto bombo con las casetas y son muy
selectivos, no puedes entrar a cualquiera si no eres socio o tienes amistades.
Pese a que mis antecedentes sean
andaluces, hay muchas cosas de su carácter que no encajan en mí, empezando
porque hablan a gritos.
A pesar de que me siento a gusto
y que me tratan bien, especialmente por parte del equipo profesional, es un poco
triste acabar tus días en una residencia y eso que tenemos una libertad de
acción en ésta que no hay en otras muchas.
Me entretengo bastante haciendo
pulseras para la tienda de la residencia, un poco de lectura y algo de
televisión, de ésta cada vez menos.
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